La clínica psicomotriz: Reflexiones sobre los primeros tiempos de la infancia - Raquel Salischiker
El presente escrito fue elaborado y presentado por la Lic. Raquel Salischiker como trabajo final del Curso de posgrado “Los dispositivos Clínicos en Psicomotricidad: aportes de Jean Bergès”, a cargo de la docente Leticia González.
La clínica psicomotriz:
Reflexiones sobre los primeros tiempos de la infancia
Introducción
Este trabajo
final se propone realizar algunas reflexiones sobre el tránsito por la lectura
y las conversaciones durante la cursada del seminario que tuvo como eje algunos
textos de Jean Bergés.
La perspectiva
de lectura planteada, fue la de un acercamiento a los textos desde la clínica, la
propia clínica. La clínica pensada como un dispositivo, es decir, como un
conjunto de piezas en relación, que se arma con el fin de cumplir una función específica
y que, a su vez, se entrama con otros dispositivos.
Foucault
conceptualiza sobre el dispositivo y considero que su desarrollo nos ayuda a
pensar la clínica como tal. El autor menciona: “Lo que intento señalar con el nombre de “dispositivo” es en primer
lugar, un conjunto decididamente heterogéneo que incluye discursos,
instituciones, planificaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias,
leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas,
morales, filantrópicas… o sea: lo dicho, tanto como lo no-dicho, estos son los
elementos del dispositivo. El dispositivo mismo es la red que se puede
establecer entre estos elementos”[1]
Resulta
interesante pensar en los elementos que va enunciado el autor y que podemos
identificar como se hacen presentes en la clínica. Ubico los discursos como
“aquello que se dice sobre niño”, ya sea por sus padres, sus docentes, otros significativos
y por nosotros mismos como terapeutas: ¿Cómo se lo describe? ¿Cómo se lo
nombra? ¿Qué se dice de lo que hace? ¿Cómo se enuncia lo que le sucede? ¿Cómo
se menciona lo que no hace o lo que no puede hacer?
Asimismo, es
oportuno detenerse en señalar como es pensado y nombrado al niño por el grupo de
pertenencia, desde los discursos sociales y culturales, epocales, políticos, en
los medios de comunicación, como así también, en los modos de entender y
comprender la infancia.
Es necesario
considerar también lo “no-dicho” que menciona Foucault y que opera directamente
en la posición subjetiva del niño, en cómo es concebido y se concibe a sí mismo
y en su desarrollo psicomotor; y por consiguiente en la posición subjetiva del
o los adultos a cargo de su crianza. Lo no dicho que se hace a través de sus
efectos y en ocasiones puede aparecer como lo sintomático del niño y no siempre
ubicado como motivo de consulta.
Me gusta como
lo dice Alexandra Kohan[2],
cuando haciendo referencia al descubrimiento del inconsciente de Freud, afirma
que el hablar es diferente al decir y que este último es un efecto del hablar.
El decir se convierte en un hecho de lenguaje, es un decir que es un hacer.
Aquí una
referencia a lo que Bergés menciona como lo visible y lo no-visible[3],
y la relación dialéctica entre dichos elementos que hacen al cuerpo y a su
estructuración. El valor de la articulación entre cuerpo y lenguaje, territorio
sobre el cual se ocupa e interviene la clínica psicomotriz.
Retomando lo
dicho por Foucault en relación al dispositivo, otro de los elementos que
enumera y que nos posibilitan pensar la clínica, son las planificaciones arquitectónicas: el consultorio, la disposición de
los materiales, los objetos incluidos, las condiciones que hacen al
funcionamiento, la sala de espera habilitada como tal o no para que sea ocupada
por quien acompaña al niño o no, entre otros elementos.
Las decisiones reglamentarias, leyes, medidas
administrativas: Horarios, honorarios, frecuencia entre otros.
También ponemos
a jugar en el acto clínico, un conjunto de
enunciados científicos, los saberes sobre
el campo disciplinar de la psicomotricidad (que incluye otras disciplinas) y de
la experiencia desplegada en el quehacer profesional y en el campo
transferencial que se establece con cada paciente, con cada familia.
La clínica como
dispositivo, es ubicar varios elementos que la constituyen, así como las
relaciones que se entraman entre ellos, que se alternan y privilegian en
diferentes momentos y circunstancias. Un dispositivo entre otros dispositivos.
Pensar la
clínica como dispositivo es una construcción, es una toma de lugar por parte de
quien la lleva a cabo y se encuentra implicado en dicha posición. Con cada
paciente, con cada familia, con la propia posición profesional que se presenta
diferente en cada uno de los casos y en el mismo caso en diferentes momentos.
El dispositivo es dinámico y requiere de ser ajustado en el devenir del
tratamiento, de la propia práctica y no es posible sin la implicación del
terapeuta.
“Por supuesto que el reeducador en psicomotricidad
se encuentra comprendido personalmente, él tiene sus propias concepciones y sus
propias motivaciones” [4]
El seminario
propone la puesta en relación de los escritos del autor con la práctica clínica,
intentando realizar enlaces e interpelaciones que cuestionen los automatismos y
posibiliten desordenar la clínica[5].
Un abordaje
psicomotor como una investigación nos propone Bergés, que proponga inyectar
teoría a la practica y práctica a la teoría[6],
hecho sobre el cual nos advierte que no es fácil pero es imprescindible
realizar el intento.
De la clínica en
los inicios de la infancia
Desde hace
varios años me dedico a la clínica psicomotriz de bebés y niños pequeños, y
desde hace un tiempo me interpela pensar la práctica psicomotriz desde la
perspectiva de los cuidados.
Una de las
particularidades de la clínica con niños pequeños es que la misma transcurre en
los tiempos de la crianza.
Crianza entendida
como los cuidados en los primeros años del niño o de la niña por los cuidadores
adultos: madre, padre, o quien desempeñe dichas funciones. Demanda
disponibilidad corporal y subjetiva para el acompañamiento, transmisión y
atención del bebé.
En estos
tiempos de constitución subjetiva y construcción del cuerpo, por parte del bebé,
resulta imprescindible, desde nuestro lugar de profesional ubicar la modalidad
de estos primeros encuentros (-o no) para comprender la singularidad del
funcionamiento psicomotor y las particularidades de ser y estar en el mundo de
cada niño o niña.
Bergés, sitúa
la importancia de estos primeros tiempos, y en su perspectiva mirar y escuchar
al niño es detenerse a pensarlo en relación a sus cuidadores.
Son los tiempos
de instalación del campo postural, de las sensibilidades y las sensorialidades,
soportada por el eje del cuerpo.
El cuerpo se va
construyendo en relación al otro y en relación a si mismo a partir de la misma
experiencia del cuerpo.
Resulta muy
importante detenerse a pensar en el artículo “La diada no existe” (1999) donde
Bergés nos advierte que en la diada conformada por la madre y el hijo es
necesario ubicar tres elementos: el lugar de la madre, el lugar del hijo y el
lenguaje.
“El chico es
hablado antes de nacer[7]”,
con esta frase comienza su artículo y deja en claro que el lenguaje funciona
como una primera coacción y se refiere a como es nombrado por sus padres en sus
expectativas, sus deseos, sus temores, etc. y que por medio del lenguaje se hace
presenta aún antes de nacer.
Me resulta
interesante pensar en los tiempos de los primeros encuentros entre la madre y
el bebé[8]
como “punto 0” de este vínculo inicial, sabiendo que es un punto de corte
artificial que nos permite armar una hiancia, un recorte, que nos resulta operativo para ubicar algunas
elementos incluidos en ese vínculo
inicial.
En relación a
estos tiempos inaugurales e instituyentes que resultan sumamente importante a
considerar en la clínica, me remiten a poder enlazar con aportes de otras
lecturas.
Badiou[9]
en el capítulo “La construcción amorosa “afirma que la relación de amor que se da entre dos individuos es una
construcción, y lo que resalta es que dicha construcción no se efectúa desde el
punto de vista del Uno sino desde el punto de vista del Dos.
Hay en esta
expresión del autor varios elementos en los que podemos detenernos a pensar,
como veníamos planteando, en relación al encuentro entre un bebe y otro de
cuidados.
La idea de
encuentro no va de suyo a que se establezca una relación producto de una
construcción. La construcción a la que se refiere, supone un encuentro, muchos encuentros
– y desencuentros- sostenidos en la duración. Sobre el devenir de dichos
encuentros no puede haber ninguna anticipación, no puede conocerse de antemano
como van a resultar esos encuentros, configurándose una manera singular en cada
caso.
La constructividad
corporal[10] como una
potencialidad que permite el entramando del equipamiento neurobiológico del
bebé y los modos de relación al otro. Dicho entramado es posible por medio de
los sucesivos intercambios entre el bebe y su madre. Este territorio, el de la
experiencia psicomotriz necesita de la duración, de los tiempos de la
estructuración psicomotriz.
Por su parte,
Massimo Recalcati[11],
describe al encuentro con un hijo como un encuentro absoluto, que resulta
incomparable a otro encuentro. Afirma que siempre un hijo es un hijo único y al
cual se espera. La espera de un hijo implica una espera a alguien que ya está
en el mundo. Podemos pensar en estos tiempos de la espera como los primeros
modos de encuentro de una madre con su hijo, esos modos en que se lo imagina,
se le elige un nombre, en las expectativas, en los temores, se lo nombra y
desde lo real, en los registros corporales del embarazo a través de los cambios
corporales, los movimientos del bebe y los propios ritmos que se modifican en
este tiempo.
Badiou, en otra parte del texto citado, se
detiene a describir lo que denomina la “escena del dos” para subrayar la
importancia de la diferencia entre los dos sujetos que forman parte de la
relación de amor que, desde las representaciones sociales, los arquetipos
culturales tendemos a pensar en ese vínculo como una unidad, como mitades
complementarias del uno. Es solo a partir de la diferencia entre ambos, que es
posible que exista una relación, si bien es necesaria una fusión inicial que
marca un tiempo de alienación para el bebé, esa fusión es a partir de una
relación y una relación requiere de dos.
En este punto,
me parece interesante considerar tal como lo menciona Recalcati, “El acceso a
la maternidad no se produce a través de los cuerpos, sino a través de la
palabra” (PP. 29). Es la palabra la que permite la invocación al Otro,
establecer un tercer orden, un tercer lugar.
El lenguaje que
permite armar la distancia, diferentes lugares, la diferencia que tiene que
operar a partir del deseo de la madre para que él bebe no ocupe el lugar de
objeto de goce.
Muchas veces en
la clínica es necesario la intervención para acompañar a encontrar y reconocer
estos lugares, favorecer a que la madre pueda tomar la posición como madre
permite el reconocimiento y registro del lugar de hijo y también en forma
recíproca, poder acompañar en que pueda ocupar la madre su posición permite que
el niño no quede solo, huérfano, o en relación de paridad, frente a la ausencia
de quien ocupe dicha función.
Para cerrar
este escrito, me gustó la idea de incluir una frase de Badiou que sintetiza y
puede ser pensada desde la perspectiva planteada en relación a las modalidades
de intercambio temprano entre el bebe y el adulto a cargo de su cuidado
rescatando la característica de ser una relación de amor y como toda relación
de amor no puede saberse de antemano, no puede ser anticipada y exige lanzarse
a la aventura, al riesgo que supone habitarla.
“Digamos entonces que el amor es una aventura obstinada. El filón aventurero es necesario, pero no lo es menos la obstinación. Abandonarlo al primer obstáculo, a la primera diferencia seria, al primer enojo, es una desfiguración del amor. Un amor verdadero es aquel que triunfa en el tiempo, dura(ble)mente, a pesar de los obstáculos, el espacio y el mundo le oponen” (PP. 37)
Bibliografía
Anagrama,
Barcelona.
Berges, Jean (1973)
Algunos temas de investigación en psicomotricidad. Cuadernos de
terapia psicomotriz. N°1.
Sociedad Internacional de Terapia
Psicomotriz.
(1978) “Postura y
comunicación” Trabajo presentado en las jornadas de
Trabajo de
A.R.P.L.O.
(1996) “El cuerpo y la
mirada del otro” en Crónicas clínicas en relajación
Terapéutica y Psicomotricidad, Editoras Raquel Aragón y Leticia
González.
Bs. As.
(1996) “Las terapias
psicomotrices y las psicoterapias (de mediación)
corporal”
conferencia dictada en Ginebra.
(1998) “La diada no
existe” conferencia dictadas en las Jornadas por los 20
años de la
Asociación Argentina de Psicomotricidad, Bs. As.
Foucault, M. (1994) Dichos y escritos, Volumen II.
González, L
(2009) Pensar lo psicomotor. La
constructividad corporal y otros textos. Eduntref, Bs.As.
Kohan, A (2023) En el
artículo “Sorpresa” publicado en el diario en elDiarioAR
Recalcati, M.
(2018) Las manos de la madre. Deseo,
fantasmas y herencia de lo materno.
[1] Foucault, M. Dichos y escritos, Volumen II. Pág. 299
[2] Kohan, Alexandra (2023) En el artículo “Sorpresa” publicado en el
diario en elDiarioAR
[3] Berges, Jean (1996) El cuerpo y la mirada del otro.
[4] Berges, Jean (1973) Algunos temas de investigación en
psicomotricidad.
[5] “La clínica está para desordenarla y para ser conversada” Leticia
González, 1° clase del Curso de Posgrado 17/9/2022
[6] Berges, Jean ídem ant.
[7] Berges, J (1999) La diada no existe.
[8] Queda mencionado como madre y bebé, entendiendo que pensamos de
manera genérica en el encuentro entre un adulto que asume la función de cuidado
de ese bebé.
[9] Badiou A. y Truong N (2012) La construcción amorosa
[10] El término constructividad corporal fue conceptualizado por Leticia
González (2009) y hace referencia al proceso de construcción del cuerpo en
relación al desarrollo psicomotor.
[11] Recalcati, M. (2018) Las manos de la madre. Deseo, fantasmas y
herencia de lo materno.
Comentarios
Publicar un comentario