Reflexiones en relación a lo específico de la terapia psicomotriz - Mariana Diez
El presente escrito fue elaborado y presentado por la Lic. Mariana Diez como trabajo final del Curso de posgrado “Los dispositivos Clínicos en Psicomotricidad: aportes de Jean Bergès”, a cargo de la docente Leticia González.
“Reflexiones en relación a lo específico de la terapia psicomotriz”
Mariana Diez1
Comienzo este trabajo
destacando la importancia de todos los temas abordados durante el curso, su
complementariedad, y la posibilidad de trabajar diferentes textos, revisar
algunos conceptos centrales de la disciplina, para que no se transformen - como
hemos mencionado a lo largo de las clases- en automatismos, y desde allí operen
empobreciendo nuestras prácticas. Entiendo que estos automatismos al pasar
inadvertidos, pueden teñir el quehacer profesional con más fuerza. De ahí la
importancia de revisitar los autores y las autoras que nutren la
Psicomotricidad y de generar posibilidades de intercambio.
Me resultaron interesantes los textos trabajados en los últimos encuentros,
especialmente el texto de Bergès “Las
terapias psicomotrices y las psicoterapias (de mediación) corporal” y a partir de su lectura y de
intercambios con colegas me interesa reflexionar sobre la pertinencia
de la indicación de terapia psicomotriz, anudando algunas ideas y conceptos
trabajados en este curso.
Para avanzar sobre este tema planteo el
siguiente recorrido.
La Psicomotricidad se ocupa del cuerpo y considera para su estudio la particular integración de la dimensión biológica y la dimensión psíquica, en el contexto de las relaciones interpersonales. De acuerdo con planteos de Wallon y de Ajuriaguerra, el tono muscular, cumple una función muy relevante en la construcción del cuerpo, como precursor de la vida psíquica –afectiva y cognitiva–.
Este proceso de construcción
requiere de un entorno social que se encuentre en condiciones de –y esté dispuesto a - asumir
la función de cuidado, a satisfacer las
necesidades del bebé, que un primer momento son apremiantes. La
satisfacción de estas necesidades
resulta en una disminución del tono, que permite la exploración, mientras que la insatisfacción de las
necesidades genera, en palaras de Berges (1996)
tomando planteos de Wallon, “una crisis tónico emocional” con
consecuencias negativas en las posibilidades
de exploración y de relación con el entorno.
Ahora bien, el cuerpo
constituye un objeto de estudio y de intervención complejo que interesa a diversas disciplinas, por lo que
resulta pertinente preguntarse ¿Qué aristas,
que dimensiones del cuerpo ocupan particularmente a la Psicomotricidad?
¿Cuál es el campo de análisis específico
de nuestra disciplina?
Y aquí, a riesgo de resultar
excesivamente esquemática identifico al hacer
con el cuerpo como posibilidad a
partir de la integración de las dimensiones orgánica y psíquica. El hacer significante, dirigido a
otras personas (es decir, no es cualquier
clase de “impulso motor” como dice Bergès, es el movimiento del sujeto,
la praxis); el hacer como proyección del
cuerpo y de las dimensiones tónico-pósturo-motriz, como instrumento de acción, de adaptación y de
intercambio con el entorno.
En definitiva, el hacer entendido como construcción potencial a partir de una actividad refleja inicial que, mediada por el mundo simbólico, posibilita, a partir de los procesos de integración de la dimensión orgánica y de la dimensión psíquica, la construcción del complejo repertorio de los movimientos voluntarios que permiten la resolución de las actividades propias del ser humano: me refiero aquí a la actividad práxica, la manipulación de objetos y a la comunicación. En otras palabras, la Psicomotricidad es una disciplina que toma por objeto de investigación y de intervención al campo tónico pósturo-motriz como soporte del hacer significante.
Entonces, una primera
aproximación al tema que me interesa abordar es que la indicación de terapia psicomotriz se vincula
con la identificación de dificultades a nivel
de este proceso que he intentado sintetizar, es decir a nivel del
proceso de constructividad corporal.
Por supuesto que en este
recorrido el basamento biológico es muy relevante, en tanto define ciertas condiciones de posibilidad,
pero no es la única dimensión en juego y no
resulta suficiente para explicar la complejidad del funcionamiento del
ser humano. El medio social, que
pre-existe al nacimiento, genera las condiciones para que la potencialidad de la especie se actualice –o
no- en la construcción, absolutamente singular, de las dos herramientas
principales con las que contamos: el lenguaje y el movimiento voluntario. Así, la dimensión
psíquica se construye en el encuentro entre la
materialidad orgánica y el medio social que la recibe.
La clínica nos muestra con
bastante frecuencia que algunos factores del entorno, por ejemplo el campo de significaciones que
introducen los referentes cercanos,
cotidianos, guían el desarrollo en una dirección o en otra. Este campo
de significaciones envuelve al organismo ordenando, imaginando, ofertando y
demandando. En este sentido, Bergès (1996) plantea en su texto:
Finalmente, por su actividad
el niño desborda la madre, anticipa sobre ella por su funcionamiento posturo-motor, sobrepasa su
imaginario espacial vectorizado por su
acción, simbolizando su movimiento que se vuelve gesto. Es en la medida en que
su madre le puede dar crédito, puede hacer una hipótesis, que él se vuelve apto para entrar él mismo en lo
hipotético.
Esto no significa que las
condiciones iniciales de posibilidad del equipamiento neurobiológico de base, con sus fallas, en
ocasiones muy importantes, en otras más
discretas, impongan ciertos márgenes; es así que el soporte
neurobiológico inaugura el desarrollo,
pero no es la única dimensión a considerar. Por otro lado, estas posibilidades iniciales diversas del
equipamiento también inciden sobre el imaginario de los padres y de las madres y, en
consecuencia, inciden sobre las prácticas
concretas de crianza de niños y niñas, prácticas que incluyen no solo el
hacer con el cuerpo, sino también los
discursos en torno al cuerpo.
Para pensar el cuerpo y sus
producciones me resultan muy interesantes los planteos de Coriat y Jerusalinsky (1983), en
particular la distinción que realizan entre los
aspectos estructurales del desarrollo –que constituyen al sujeto- y los
aspectos instrumentales del desarrollo,
que le permiten a la persona efectivizar los intercambios con el medio. Los aspectos estructurales son:
- el sistema biológico,
especialmente el sistema nervioso central,
- el sistema psíquico-afectivo
y
- el sistema
psíquico-cognitivo, como sistemas diferenciados dentro de lo psíquico.
Estos 3 sistemas están entrelazados y conforman la estructura de base del desarrollo que es el resultado de un proceso de construcción a partir de las posibilidades heredadas y de los intercambios con el medio. Frente a una dificultad en el desarrollo, estas estructuras básicas aparecen interpeladas, de distintas maneras.
En la superficie de esta
estructura básica que actúa como soporte, se diferencian, o se difractan como dicen el autor y la autora,
las herramientas que permiten los
intercambios con el entorno. Entonces, Los aspectos instrumentales
son:
- lenguaje,
- psicomotricidad,
- aprendizaje,
- hábitos,
- juego y
- procesos de socialización.
Ahora bien, la relación entre
los aspectos estructurales e instrumentales es de construcción recíproca: la estructura ordena
los instrumentos y, los instrumentos, en
su propio campo de ejercicio y experiencia, construyen la estructura. En
el cuerpo se entrecruzan entonces
aspectos de la estructura y aspectos instrumentales, y es en este entrecruzamiento entre lo biológico y lo
psíquico que se ubica la especificidad de
la Psicomotricidad.
A partir de estos planteos es
posible identificar entonces alteraciones de la estructura biológica, siempre en un entramado con lo
psíquico y con el medio que juega un papel
muy importante, … es decir, alteraciones especificas del campo orgánico
que predisponen a la expresión de
dificultades en el campo psicomotriz.
Por supuesto que no se puede
hacer un razonamiento lineal a partir del cual
determinada alteración orgánica se traduce necesariamente en
determinada sintomatología psicomotriz,
pero hay una predisposición porque la construcción de las herramientas de adaptación, de comunicación,
de autonomía se complejiza entre otras
cosas por como el entorno, en particular la familia, recibe a ese niño o
niña con un compromiso a nivel orgánico.
En esta línea, Bergés (1996) señala, en la primera de las premisas con las que inicia el texto al que
me he referido inicialmente:
La dimensión psicoterapéutica
no pone en duda la realidad de los síntomas y
los síndromes psicomotores en los casos neurológicos o las
desviaciones metabólicas y genéticas,
esta implica que los disturbios no se limitan solamente a las consecuencias de lesiones o daños
orgánicos.
El síntoma psicomotor se sobreimprime sobre lo determinado biológicamente, se entreteje con esta dimensión del desarrollo, y se expresa en dificultades a nivel de los instrumentos concretos de acción y de intercambio con el medio.
Por otro lado, podríamos
ubicar alteraciones de la estructura psíquica predisponiendo para la expresión de dificultades en el campo
psicomotriz (pienso en los niños y niñas
con un compromiso importante a nivel de la interacción) y luego alteraciones especificas del entramado psicomotor, en las
que no se identifican alteraciones de la
estructura psíquica, o de la estructura orgánica pero hay algunos
procesos de construcción de las
herramientas que están fragilizados, que pueden aparecer más lentos, que muestran cierta debilidad.
Entonces al distinguir los
aspectos instrumentales y los aspectos estructurales como cuestiones diferentes, es posible identificar
alteraciones instrumentales en las que las
estructuras de base no están mayormente comprometidas (aunque reitero,
no son procesos aislados,
independientes), y alteraciones estructurales que en general asocian dificultades instrumentales, y que se expresan en
la dimensión tónico-posturo
motriz. En términos generales,
las alteraciones estructurales, requieren abordajes interdisciplinarios, justamente por la
complejidad de estructuras e instrumentos en
juego.
Es posible identificar un
fondo constituido por los aspectos estructurales -psíquico y orgánico-, y una figura que se recorta, que
es del orden de lo visible. Lo visible de lo
psicomotor es el hacer con el cuerpo, es la puesta en juego de los
instrumentos, pero esos instrumentos se
sostienen en estructuras que son invisibles y que hay que interpelar cuando intentamos no solo
describir sino, dar sentido al funcionamiento que observamos.
Entonces, a grandes rasgos, la
terapia psicomotriz resulta un abordaje pertinente cuando se advierten dificultades en la esfera
del hacer con el cuerpo, entendiendo el
hacer como proyección de la estructura psicomotriz que emerge del
interjuego del equipamiento
neurobiológico, y la experiencia, el hacer en relación a los objetos, al espacio, al tiempo, las personas, es decir lo
que se juega en el campo de lo expresivo,
y aquí vamos a observar aspectos vinculados a la calidad del movimiento,
y/o a la cantidad de movimiento que
puede resultar excesivo o escaso. También me interesa destacar la importancia de preguntarnos por
el fondo que sostiene esta presentación,
estas figuras.
A partir de aquí, podemos avanzar a un ordenamiento que entiendo pierde sentido si se mantiene en el plano meramente descriptivo, es un ordenamiento de lo visible, de lo expresivo, pero que tiene que ser interrogado en su sentido: es decir que este ordenamiento semiológico constituye un marco general a partir del cual pensar las particularidades del funcionamiento de cada niño, de cada niña, y no a la inversa, una clasificación a la que el niño o la niña se debe acomodar, a partir de cierto forzamiento. En otras palabras, en el campo de la clínica psicomotriz en la construcción de hipótesis diagnósticas, la semiología no alcanza, es necesario avanzar y dar sentido al conjunto de signos. Entonces, es posible identificar: las inhibiciones, las inestabilidades, las torpezas.
Como en Uruguay tenemos una
gran influencia de la Neuropediatría, influencia que se vincula con la historia de la disciplina en
mi país, principalmente en sus orígenes,
incluimos las dificultades de aprendizaje, que requieren un diálogo más
profundo con las neurociencias para
poder pensar la especificidad de esas dificultades.
Las dificultades del
aprendizaje forman parte de nuestro campo de acción, a partir de un recorte muy particular que es la actividad
gnosopráxica y esto demanda
necesariamente el trabajo interdisciplinario.
Y por último no quiero dejar
de mencionar, el efecto que tienen las condiciones concretas de existencia, en la consolidación
de dificultades que no son de orden
específico, sino que responden a contextos de vulneración de derechos,
donde el desarrollo también puede verse
comprometido.
Considero que el campo de las
indicaciones para una terapia psicomotriz es vasto y se fundamenta, entre otros, en los trabajos de
Wallon que destacan la importancia que
tiene el movimiento en el desarrollo como instrumento de acción sobre el
entorno y como instrumento de
relación.
Así, el abordaje psicomotriz,
es una terapéutica con una potencialidad muy
interesante, que tiene algunas indicaciones de especificidad, como
tratamiento de primera línea, pero
también es una terapéutica que complementa otros abordajes orientados a dificultades diferentes de las
que acabo de mencionar, aunque
obviamente no se pueden establecer indicaciones de abordajes genéricos,
sin un análisis profundo del caso
particular.
En definitiva, podríamos decir
que esta terapia psicomotriz puede ser indicada en aquellas situaciones clínicas que se expresen
en la dimensión tónico- posturo-motriz del sujeto, considerando que se trata de
un método privilegiado para “bordear la
fijación del síntoma”, y de “puesta en marcha de otro discurso concerniente
a las funciones del cuerpo desde su
mismo funcionamiento” (Bergès, 1996).
Profesora Adjunta Coordinadora del Área de Diagnóstico y Tratamiento Psicomotriz del Ciclo Vital en la Lic. en Psicomotricidad, EUTM-FMed-UdelaR. Psicomotricista Equipo DIME, ASSE. Equipo neuropsicológico, especializado en dificultades de aprendizaje. Hospital Pereira Rossell, Servicio de Psiquiatría Pediátrica.
Bibliografía.
·
Bergès. J. (1996). Las terapias psicomotrices y las
psicoterapias (de mediación) corporal. Conferencia
en Ginebra.
·
Coriat, L. y
Jerusalinsky, A. (1983). Aspectos estructurales e instrumentales del desarrollo. En Cuadernos de desarrollo infantil Nº 2.
·
De Ajuriaguerra, J.
(1973). Manual de psiquiatría infantil.
Toray Masson.
·
González, L. (2009). Pensar lo psicomotor: la constructividad
corporal y otros textos. EDUNTREF
· Wallon, H. (1975). Los orígenes del carácter en el niño. Nueva Visión.
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